Migas de mi abuela

A veces me detengo un instante, observo lo que me rodea y respiro muy profundo… mi hogar.Los que me seguís desde hace años, ya sabéis que me he mudado varias veces en los últimos tiempos, una casa enorme en una aldea palaciega hace 5 años, una casita adosada en Los Palacios y Villafranca en 2016, idas y venidas viviendo entre dos aguas (Los Palacios e Isla Mayor) durante 2018 y en Enero de 2019, vuelta a mi localidad natal, a un dúplex de la familia de Juan durante unos meses y por fin el pasado mes de agosto… nuestro hogar.

Por eso hay días tranquilos como hoy, en que necesito poner los pies en el suelo (pues la tierra queda tres plantas más abajo) y hacerme a la idea de que aquí es donde se van a quedar mis raíces, – de momento- que nunca sabemos que deparará el futuro lejano, el reciente si lo tengo más claro.

Mi bonsái ya tiene su rinconcito junto a la entrada, la ropa de fuera de temporada ya no se pasea por cajas y maletas sin saber cual será su próximo armario y mis trastos de cocina, ¡ay mi cocina! como mucho se desplazan de una balda a otra de la despensa, según me apetezca ordenarla o ponerla patas arriba.

Por eso, tras muchos meses de no poder asentarme; meterme en la cocina un día frío y lluvioso, de esos en que solo te pides por favor no tener que salir de casa, y poder cocinar algo tan típico como una sopa de picadillo y tan ancestral en las cocinas andaluzas y extremeñas como unas migas, me recuerdan que las mudanzas se han acabado y que ahora tiene más sentido que nunca el «sentarme a la mesa a comer comida casera»

Las migas son un plato muy antiguo y por lo tanto, tienen variantes típicas de cada región a las que añadir las costumbres de casa para prepararlas.

No se hasta que punto a algunos os parecerá la mía, una receta más o menos purista, pero esta es la receta de mi abuela, que hasta hace pocos años se seguía sorprendiendo de cuanto celebrábamos en su casa que nos preparase migas para comer, y es que en Andalucía las migas eran un plato de pobres, de aprovechamiento y una forma de sacarle partido a los pocos víveres que llegaban a las zonas más aisladas del país durante la guerra civil y la postguerra.

Hoy en día, en mi casa, las migas son un reclamo para reunir a los nietos con una cazuela sobre la mesa y disfrutar de una comida familiar que cada uno degusta a su manera: unos acompañando al plato con un poco de carne, una (como es mi caso) mezclando la cucharada de migas con gajos de naranja; otro que rebusca disimuladamente los dientes de ajo intentando que caigan en su plato para lograr un aliento espanta vampiros e incluso veo de reojo a alguno que empuja las migas con pan. Y los más dulceros cruzan los dedos bajo la mesa para que sobre comida y merendar migas con café o chocolate. Estas son las migas de mi hogar.

Espero que os guste!

INGREDIENTES (para 4- 6 personas)

1 pan de pueblo duro de 1 kg aproximadamente

1 cabeza de ajo

100gr de panceta o tocino ibérico fresco

150 gr de lagartito o secreto ibérico

sal y pimienta molida

aceite de oliva virgen extra

 

Como muchas recetas antiguas, esta lleva su tiempo de preparación a pesar de ser muy sencilla. Necesitamos un pan de miga densa que lleve cocido varios días, un pan que se nos haya puesto duro. Lo ideal es una hogaza de pan de pueblo, nada de pan precocido.

Desmigamos ese pan troceándolo en dados de un tamaño similar y lo ponemos en un bol empapándolo en agua, que toda la miga esté bien húmeda pero sin que quede agua en el fondo del bol. Lo dejamos reposar una hora aproximadamente y si es necesario lo movemos de vez en cuando para cerciorarnos de que está bien mojado.

En una cazuela antiadherente calentamos un buen chorro de aceite de oliva, que cubra el fondo de la cazuela.

Separamos los dientes de ajo sin pelarlos y los partimos con un golpe. Doramos los ajos a fuego medio en el aceite caliente.

Troceamos la carne a dados pequeños y el tocino en láminas finas. Lo añadimos a los ajos dorados, salpimentamos con cuidado de no pasarnos porque el pan ya lleva su parte de sal.

Cuando la carne esté cocinada añadimos las migas húmeda y cocinamos a fuego medio bajo, removiendo cada 5 minutos más o menos para que nos queden unas migas sueltas y no se nos hagan trozos muy grandes.

Las migas van a estar al fuego 1 hora aproximadamente, y vamos a ir viendo como se reduce su tamaño y cambia el color hasta ponerse doraditas. Cuando estén bien cocidas y no quede resto de humedad tendremos nuestras migas listas para comer.

Pueden servirse con la carne y el tocino que le hemos añadido, o podéis reservar la carne antes de añadir la miga de pan a la cazuela y servirlas por separado.

Las migas se suelen comer acompañadas de unos boquerones fritos, boquerones en vinagre, con la carne que hemos cocinado, o porqué no, con un huevo frito.

A mi como más me gustan es sirviéndolas con la carne ya mezclada y servirme en el plato gajos de naranja o mandarina. La mezcla de las migas con esta fruta hacen que el sabor sea mucho más fresco, más ligero y sabroso. Pues estamos comiendo un plato bastante contundente y no libre de calorías.

Pero el acompañamiento lo dejo a la elección de cada comensal.

Buen provecho!

Un comentario en “Migas de mi abuela

  1. ¡¡Hola Noelia!! Me he pasado por tu blog a ver si habías publicado algo nuevo, y veo que se me había pasado esta entrada por completo, porque aunque voy como loca este año en el trabajo, aunque tarde, me hubiera pasado, pero no sé si la lista de lectura de blogger de los blogs que sigo no me la dio, o no me di cuenta, pero ya estoy aquí,
    Pues me alegra muchísimo que ya tengas un lugar al que llamar hogar, aunque es cierto, que en cada lugar que vivisteis, ya hicisteis un hogar de todos ellos, pero bueno, ahora con más razón, le puedes llamar hogar. Espero que todo vaya fenomenal y que el trabajo también siga bien, pues sé lo ilusionada que estabas con él y las ganas que le ponías.
    Y bueno, hoy toca migas, la de tiempo que hace que no como, veinte años, por lo menos. Mi padre creo que de vez en cuando se hace para él, por eso de la morriña. En mi casa las comíamos con uvas y también con la carne. Para mí siempre fue un plato muy consistente, y me comía las migas solas con las uvas, que como bien dices, refresca un poco el estómago y parece que no son tan sanciantes y contundentes aunque lo sea. Creo que es uno de los pocos platos que mis padres seguían haciendo de sus tiempos de vida en Andalucía, poco a poco fueron cambiando las costumbres ya que sus hijos (nosotros) cada vez queríamos menos las comidas típicas andaluzas, y bueno, que yo he sido muy tiquismiquis siempre para las comidas. Pero estaban ricas, lo reconozco, y vamos, viniendo de tu abuela y a su estilo, seguro que son las mejores migas, que el amor puesto y los recuerdos que las recetas nos proporcionan, cuenta como ingredientes, y vaya ingredientes tan buenos. Besitos.

    Me gusta

Deja un comentario